17 Mar
Con Nerón, se han pasado varios pueblos




Reconozco que los historiadores somos bastante repugnantes cuando vamos al cine, porque le sacamos punta a todo. Con Gladiator, estuve a punto de salir de la sala dos veces: la primera cuando aparecieron romanos con vestidos abotonados en vez de fíbulas, y la segunda vez cuando la hermana del emperador Cómodo le da una bebida en un vaso de cristal transparente. También tenemos fama de aguafiestas, cuando nos da por hablar de mitos históricos muy arraigados. 


Es lo que me dispongo a hacer sobre el emperador Nerón, sabiendo que la única relación que le une a Ferrol, es que somos una ciudad con una Semana Santa muy bien apañada, y que en estas fechas se reprograman películas de cristianos y romanos.


El caso es que Nerón en absoluto fue tan perverso como se nos ha dicho. De entrada, no mandó ajusticiar a los apóstoles Pedro y Pablo, porque el primero murió seguramente en Jerusalen en el año 50 (no sabemos si de muerte natural), y  Pablo fue ajusticiado en el año 60 (cuatro años antes del incendio), y por razones estrictamente políticas.


La imagen de Nerón tocando la lira mientras ardía Roma es imposible porque estaba a 50 kilómetros y tampoco hubo persecución a los cristianos porque había muy pocos en ese momento, y su culto no era todavía sospechoso. De hecho, la primera persecución contra los cristianos fue la de Domiciano, diecisiete años después.


Desde luego Nerón no hizo cosas peores que otros emperadores que han salido de rositas del veredicto de la Historia, aunque lo de matar a su madre y a su mujer no hay que tomárselo a broma, pero su gran error fue ser un gobernante atípico porque además de fomentar las actividades artísticas bajó las tasas al consumo de productos básicos y subió los impuestos a los ricos. Por eso el pueblo le adoraba y los poderosos le odiaron de tal manera que terminaron dando un golpe de estado. 


La Historia la escriben los vencedores (no es exactamente así, pero queda muy bien para terminar el artículo) y con Nerón se han pasado varios pueblos, sobre todo mis ilustres colegas Tácito y Suetonio, que pertenecían a las clases altas y heredaron ese rencor... pero nacieron después del incendio y escribieron de oídas.


Enrique Barrera Beitia.

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