Hace varios años acompañé a mis alumnos a un viaje de estudios a Berlín. Antes de viajar, les repartí un folio con las frases más básicas tal y como suenan en alemán. Les insistí en que dijeran muchas veces “por favor” (bite), y “perdón” (chuldigun), porque hemos perdido las buenas formas que otros pueblos conservan. No pedimos las cosas amablemente, hablamos en un tono muy alto, imperativo, y abusamos de los tacos.
Los mexicanos dicen entonces que “el español está bravo”, y los primeros ingleses que nos visitaron, dijeron que “los españoles son unas personas bajitas que siempre están enfadadas”. Ese permanente cabreo y la actitud prepotente tiene mucho que ver con nuestro peor pecado capital, la envidia, pero no la envidia sana que estimula y nos hace mejores.
Para que haya debate es imprescindible estar abierto a la posibilidad de aprender algo del otro, por eso en España en vez de debates hay discusiones, que es otra cosa, y así resulta que se dice mucho más “le calló la boca” que “le convenció”. Hace años hice un experimento en un aula; debían debatir sobre un tema, pero antes de responder tenían que resumir lo que el otro había dicho. Muchos no lo hicieron porque, según reconocieron, mientras el otro “largaba”, ellos simplemente estaban preparando la respuesta y les escuchaban.
Somos envidiosos, prepotentes y maleducados, pero algo bueno debemos tener. En cierta ocasión preguntaron a Robinson (el conocido ex-futbolista y actual comentarista deportivo), quién tenía más virtudes y defectos, si los ingleses o los españoles. La respuesta fue muy curiosa:
- Los ingleses tenemos más virtudes y menos defectos que los españoles, pero nuestros defectos son tan grandes, y las virtudes de los españoles son tan enormes, que prefiero vivir con los españoles.
Ahora, se trata de desentrañar qué grandes virtudes ve Robinson en nosotros, porque no creo que se refiera al jamón y a la tortilla de patatas.
Enrique Barrera Beitia.