Mi hija, que vive en la capital alemana y entre otras cosas imparte docencia de gallego en la Universidad Libre de Berlín, regresó estas fiestas navideñas a Ferrol, una ciudad a la que encontró bonita pero apagada. Me contó que antes de coger el avión llevó a sus alumnos una tortilla de patatas. Cuando le pregunté qué pasó, me dijo que dos terceras partes la probaron por primera vez en su vida, y que a todos les gustó, en algunos casos extraordinariamente.
Desde mediados del siglo XVI, la localidad pacense de Villanueva de la Serena, y Pamplona, se disputan la autoría de esta receta culinaria, y es curioso que naciera al mismo tiempo en dos sitios distantes cientos de kilómetros entre sí. La patata no aparecía en la Biblia y crecía bajo el suelo, por lo que estaba afectada por el Maligno, que la usaba para provocar la lepra. Así las cosas, aunque daba grandes cosechas en tierras frías y aportaba hidratos de carbono en substitución del trigo, se usó casi exclusivamente para alimentar al ganado, hasta que el ejército carlista popularizó la tortilla de patata al incorporarla masivamente al rancho de sus ejércitos, durante el conflicto que transcurrió entre 1833 y 1840 (primera guerra carlista).
La sencillez elevada a la perfección, aunque podría tener más presencia internacional si habláramos de fusión de fecula almidonizada con soporte de albúminas y lípidos.
Las autoridades españolas no saben leer correctamente la ventana de oportunidades de la cocina española. Los italianos compran aceite español a granel y lo envasan y exportan como “aceite italiano”. Lo mismo hacen los franceses con el vino de Rioja. Los consumidores extranjeros que quieren comprar materia prima mediterránea, buscan la marca francesa e italiana, por la enorme red de restaurantes especializados en la cocina de estas naciones, la mejor propaganda por su sector agroalimenticio.
Nustros gobernantes deberían subvencionar la apertura y mantenimiento de cientos o miles de restaurantes de cocina española en los países con elevado poder de compra, precisamente para potenciar la exportación de nuestros cultivos.
Enrique Barrera Beitia.