25 Feb
Fantasmadas artísticas



Hace años visité el museo Guggehheim de Bilbao, cuyo espectacular edificio sospecho que  supera como continente a su contenido. Lo primero que me encontré fue una cama deshecha con restos de comida.“Rayos Sancho, con las vanguardias hemos topado”, me dije. Había que poner cara de admiración, no sea que te confundieran con un garrulo. Sin queja en las demás salas, hasta que llegamos a la dedicada a las susodichas y temibles vanguardias pictóricas. Son personas que arrojan aleatoriamente pintura al lienzo, y buscan un discurso coherente con lo que les ha salido. A veces ni eso, por aquello de “si usted no es capaz de entender mi cuadro, ¿por qué está aquí?”.No es que tengan deficiencias técnicas, es que carecen de técnica. Y sin embargo cualquiera que les critique se arriesga a ser arrojado del Olimpo. Es como el cuento del rey desnudo, porque casi nadie dice lo que casi todos piensan.


Estos pseudo artistas, tienen en común el presuntuoso discurso de “no querer encasillarse en los dictados academicistas que limitan la creatividad”. Ponen el ejemplo de los impresionistas franceses, que fueron muy criticados cuando en 1900 inauguraron su exposición en Paris; habría que recordarles que es verdad que pintaban directamente, sin dibujar, pero manejaban hábilmente la paleta de colores para crear esa sensación de permanente transitoriedad, donde las imágenes parecían estar desintegrándose, lo que sería imposible si estuvieran contenidas dentro de las líneas de un  dibujo.


La escultura alcanzó su cenit hace veinticinco siglos en la Grecia clásica, y la pintura lo hizo en el barroco, cuando logró dominar la volumetría, la tactilidad, la profundidad y el movimiento; desde entonces no han sido superadas. La ciencia avanza imparable, pero el arte es harina de otro costal, y es que falta paciencia. Hace siglos, los jóvenes pasaban muchos años de aprendices en casa de su maestro, y la plenitud artística les venía con la madurez biológica. Hoy nadie está dispuesto a pasar media vida aprendiendo, y pretenden entrar en el Parnaso antes de cumplir los treinta.


Enrique Barrera Beitia.

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