Mi hija ha estado en un festival de música el pasado fin de semana, en un pueblo perdido en el Bosque de Turingia o, tal y como ella lo ha descrito,“en la Alemania profunda, que por no tener no tienen ni cobertura”, pueblos pequeñitos de postal separados entre sí por un par de kilómetros, con mucho senderista, un río grande y bosque. Uno se imagina a las legiones de Varo atravesándolo camino al desastre, pero en vez de los feroces queruscos acaudillados por Arminio, nos encontramos con excursiones de niños, “todos en fila, con profesores sonrientes que saludan y desean que nos lo pasemos bien en el concierto”.
Por cierto, los kindergarten parecen campos de entrenamiento militar. Cuando en España el niñito se cae y empieza a llorar, acuden solícitas la mamá, la abuela, la cuñada, varios vecinos que pasaban por allí y el apuntador. En Alemania, a la cuarta caída ya no lloran. Han memorizado por la vía conductivista de Pavlov (sí, el de los perros comiendo debajo de los tanques) que si no hay sangre o rotura de hueso, no les hacen caso. En España, sus cuidadores terminarían ante un tribunal acusados de crueldad mental y denegación de auxilio.
“El festi lo montan en una especie de camping”. ¿Les he dicho ya que todo estaba muy verde y rodeado por árboles? “Había muy buen ambiente, todo el mundo estaba por ahí a tope de felicidad”. Un minitren de colorines para niños daba vueltas sin descanso por todo el recinto. Estaba el grupo “más malo y malvado sobre el escenario, Cirith Ungol, MGLA...” y se escuchaba al tren aproximarse con el clásico traqueteo. “Entonces todos nos girábamos, y se veía el tren de colorines lleno de señores y señoras vestidos de negro y con cervezas saludando con la mano”. Sólo faltaban los pitufos.
“El ambiente de los festivales en Alemania es algo distinto al de España”. La gente “va a dominguear, con tiendas de dormir, carpas, sillas, mesas y barbacoas”. No hay heroicidades. Y los borrachos alemanes son ciertamente “más simpáticos y pacíficos que los españoles. Es como estar en el pueblo de Chanquete”.
Naturalmente nosotros tenemos en Viveiro el "Resurrection Fest" o en Ortigueira el "Festival de Música Celta", que es más grande que el de Turingia y tiene mucha marcha no, lo siguiente. Antes dejaba mucho destrozo, pero también dinero. Creo que hace bastantes años se suspendió durante varias ediciones porque se había vuelto incontrolable. Los organizadores argumentaron razones económicas, pero supongo que para los vecinos (hosteleros al margen) era una especie de invasión de las tribus germánicas expulsadas de sus bosques por los domingueros.
Enrique Barrera Beitia