17 Sep
El triunfo social: coche y televisor




Cuando era niño, medíamos la categoría de una nación por el tamaño y calidad de su parque móvil, y también por el número de cadenas de televisión. En el pueblo, cuando oíamos el rugido lejano de un motor, abandonábamos nuestros juegos y corríamos a la carretera para ver pasar el coche. Debía ser a comienzos de 1960, y ya empezaba a dominar el territorio el Seat 600, aunque todavía circulaban los famosos Citröen Pato, y otros tan peculiares como el Biscuter o el Coche Huevo. En 1967, comprar el 600 requería treinta y ocho meses de sueldo medio, y Moncho Alpuente hizo una canción llamada “Adelante hombre del 600”, de la que pocos supieron leer entre líneas lo que decía.


A finales de los años sesenta, algunos emigrantes llegaban en el verano con sus coches, normalmente el famoso Citröen Tiburón, o el Volkswagwen Escarabajo, y más raramente un Mercedes. Es verdad que muchos eran de segunda mano, pero daban el pego, y sobre todo le daban en los morros a las autoridades cuando aparcaban junto a sus coches. El mensaje era claro: “Salió del pueblo muerto de hambre, y vive mejor que el señorito”. 


También daba prestigio social tener un televisor, lo que era lógico, ya que comprar los primeros que salieron al mercado, suponía el sueldo medio de varios años, por lo que se inauguraron más de 6.000 tele-clubs en los pueblos, eso sí, con el riguroso control del párroco para que no se descarriaran nuestras almas, aunque difícilmente podría ocurrir con programas como Pedrito Corchea, Herta Frankel y su perrita Marilyn, o Rin Tin Tin.


Hoy día, los televisores y los coches son respectivamente 250 y 15 veces más baratos, y han perdido ese rango de poder, vamos, que cualquier pringao tiene uno, aunque no uno cualquiera.



Enrique Barrera Beitia



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