Hay que ver de qué manera más tonta se ha enredado la iglesia católica con el sexo, y eso que tanto los apóstoles como las primeras generaciones de sacerdotes estaban casados y tenían hijos. El caso es que soltaron la primera pedrada en el concilio de Elvira (306), decidiendo que todo sacerdote que durmiese con su esposa la víspera de oficiar misa, perdería su trabajo; hasta aquí, nada irremediable, pero en el concilio de Nicea (325) se prohibió a los sacerdotes solteros contraer matrimonio, por lo que si primero te casabas, y luego te ordenabas sacerdote, cumplías la norma ... ¿o no?
Para resolver las dudas, el Papa Siricio impuso una sensata solución de compromiso en el año 385: el sacerdote podía tener esposa, pero no dormir con ella; es decir, si tenías sexo con tu mujer y luego dormías en camas separadas, cumplías la norma… ¿o no? También prohibió que los hijos de los sacerdotes heredasen, y poder así ampliar el patrimonio de la iglesia.
En el segundo concilio de Tours (567) volvió a tratarse este asunto, y de manera más radical: el clérigo que fuese encontrado en la cama con su esposa, sería excomulgado por un año y apartado del sacerdocio; es decir, podías tener sexo en el tejado, o practicando submarinismo, y cumplías la norma... ¿o no? Tantos resquicios explican que en el siglo VII, la mayoría de los sacerdotes franceses estuviesen casados, así que Urbano II impuso en 1089 la esclavitud a las esposas de los sacerdotes, ordenando que sus hijos fuesen abandonados, pero ni por estas, porque en el siglo XV la mitad de los sacerdotes seguían casados y los otros recurrían a concubinas, conocidas en España como “barraganas”. Supongo que al clero le era difícil renunciar a las actividades sexuales, cuando once Papas habían sido hijos de otros tantos Papas, cardenales y obispos.
Menos mal que estábamos los españoles para terminar con tanta tontería. El punto de inflexión empezó en España con los Reyes Católicos, y se generalizó tras el Concilio de Trento (1545-1563), lo que no quiere decir que se cumpliera con la castidad impuesta por el celibato. Las esposas y las barraganas fueron sencillamente reemplazadas por las “sobrinas” que oportunamente aparecían para hacerse cargo de “las actividades domésticas”.
Para rematar la faena, un Papa tan conservador como Juan Pablo II, dijo en 1993 lo que ya sabíamos todos, que "el celibato no es esencial para el sacerdocio porque no es una ley promulgada por Jesucristo". Entonces, ¿por qué no se anula? Mi teoría es la misma que tengo para explicar por qué los egipcios nunca rompieron con la Ley de la Frontalidad, esa que dibuja la cabeza y los pies de perfil, y el pecho de frente. ¿Cual es? Pues que para las instituciones teocráticas evolucionar es romper la norma, lo que equivale a reconocer que se han equivocado durante siglos. Reconocerán ustedes que esto es abrir las compuertas, aunque el pantano esté seco…, o casi.
Enrique Barrera Beitia