Un hombre entra en el zaguán de un tanatorio justo en el mismo momento en el que se va la luz. la oscuridad, el forzado silencio y la incómoda humedad que se respira en el vestíbulo le evocan soliloquio con el que recorre trazos de distintas vidas hasta llegar a la suya propia.
Personajes díscolos, cómo no: un tío abuelo de los que viven despacio y viven bien, su mujer de Almansa, un grupo de adolescentes desnortados con moto, una muchacha en la orilla de una carretera, la soledad de una muerte imprevista… que provocan situaciones no menos disparatadas.
El público envuelto en la historia, reacciona con empatía hacia la voz que les cuenta, y mira con los ojos grandes todo lo que va experimentando. Muchas carcajadas, alguna situación burda superada con habilidad, ternura Y humor a espuertas. Y también preguntas. El espectáculo llena al público de mucha risa, emoción y también preguntas a las que nadie tiene obligación de contestar.
Sobre el escenario, se pone a BAILAR a la vida, con la muerte de pareja, al ritmo y son que las risas del público van marcando.
Todas las vidas deberían acabar bailando así.