28 Jun
Las brujas, el cornezuelo y los amuletos de Sargadelos



Cerca de 100.000 mujeres fueron acusadas de brujería y quemadas entre 1450 y 1750, en su inmensa mayoría en el centro y norte de Europa. Es curioso que, la inquisición española que  tanta dureza empleó contra falsos conversos y herejes, no desencadenase una caza masiva de brujas, aunque el puntual y conocido caso de Zugarramurdi pueda dar a entender lo contrario.


Tamaña moderación (“sólo” 59 condenas de muerte), se explica porque tenían a las brujas por unas ignorantes fácilmente poseídas por el demonio, y no por mujeres conscientes de pactar con el Maligno la entrega del alma a cambio de poderes, que eso sí es una cosa muy fea. También influyó que Fray Benito Feijoo (una especie de MacGyver de la época) dijera que la confesión de las brujas bajo tortura no valía como prueba; lástima que no dijera los mismo en el caso de herejes y judaizantes, y es que nuestro ourensano no quería arriesgarse a una sobredosis de sentido común.


Y hablando de sobredosis, más que nada por incordiar, creo que las alucinaciones satánicas tenían mucho que ver con el excesivo consumo de pan de centeno, preparado sin separar de la harina el “cornezuelo”, un hongo negro en forma de cuerno con propiedades alucinógenas. En épocas recientes sus alcaloides se usaban como medicamento, de manera que un kilo valía 70 veces más que un kilo de centeno. Por cierto, no intenten colocarse con él, porque también puede provocar una gangrena conocida como el “fuego de San Antonio”.


El principal foco de brujería satánica española se daba en el territorio vasco-navarro, mientras que en Galicia las autoridades llegaron a la conclusión de que, a diferencia de las sorgiñes vascas, las meigas gallegas usaban conjuras e invocaciones para las adivinanzas y para sanar frecuentemente a sus clientes. Y yo me pregunto,… sí esos poderes sólo podían ser proporcionados por el diablo..., ¿no es mucho suponer que las meigas gallegas no sólo no eran engañadas, sino que se la liaban parda al Maligno para sonsacarle poderes? 


Ya ven que inquisidores teníamos. Tan desconfiados para unas cosas y tan ingenuos para otras. Te mandaban a la hoguera por cualquier tontería, y luego permitían que por Galicia camparan a sus anchas nada más y nada menos, que dieciocho clases de meigas (marimantas, feiticeiras, mouchas…), con la simpática excusa de que eran una inofensiva herencia céltica-pagana asociada a los druidas. Todo un precedente de correción política que deja a Zapatero como un reaccionario social.


Menos mal que a través de Galerías Sargadelos podemos adquirir los amuletos necesarios para conjurar los meigallos. Además, tenemos a nuestras queridas suegras que se las saben todas; la mía, sin ir más lejos, me escondió durante años un diente de ajo en el coche (supongo que para conjurar a la Bruja Avería).


Enrique Barrera Beitia


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