Groucho Marx ha dejado para la posteridad comentarios memorables; aparte de significar acertadamente que “el matrimonio es la principal causa de los divorcios”, también dijo “estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros”. En realidad no es verdad que dijera esta última frase, pero podía perfectamente haberlo dicho y además me viene muy bien para este artículo.
Y es que quién sabe usar hábilmente la retórica, puede convertirse en un mercenario de la palabra, lo que parece ser que molestaba mucho al bueno de Sócrates. Se puede hablar bien de la primavera diciendo que la gente se enamora más y está de buen humor, o en contra argumentando que baja la productividad y los adolescentes hacen más tonterías. Y es que resulta difícil argumentar contra los sofistas cuando estos se limitan a poner en evidencia, que la verdad puede estar en ambas caras de la moneda.
Recuerdo un caso concreto que pasó con Ferrol. Con motivo de la peatonalización de la calle Galiano en los años noventa el concello decidió instalar unas farolas isabelinas, pero la Xunta de Galicia a través de Patrimonio las prohibió imponiendo otras farolas minimalistas, una especie de supositorios luminosos como acertadamente señalaron los ferrolanos, que como todos sabemos, se apuntan a bombardear a nuestros munícipes a la primera oportunidad. El argumento era que las farolas isabelinas restaban protagonismo al elemento hegemónico, la piedra, por lo que “para no romper el equilibrio conceptual se requería la introducción de un elemento minimalista que apenas afectara visualmente la perspectiva viaria”.
Pero coincidiendo con el cambio de color político en la alcaldía, ese mismo departamento emitió otro dictamen aconsejando la retirada de los supositorios luminosos, porque “siendo evidente la acronía cronológica de su diseño con el de la calle Galiano, se producía una ruptura de la armonía”. Por supuesto, se levantó el veto a las farolas isabelinas porque su diseño, “reforzaba la esencia historicista del barrio y su patrimonio arquitectónico, más basado en el equilibrio del contorno que en la singularidad de edificios puntuales”.
Por eso, el permiso de Patrimonio para reformar nuestra plaza de Armas se hará cuando a la Xunta le de la real gana, así que estamos construyendo castillos en el aire (castillos en España suelen decir los franceses). En estos momentos, seguro que ya hay un borrador a favor y otro en contra. Por supuesto, ambos informes tienen razón.
Enrique Barrera Beitia