17 Nov
Federico el Grande y las patatas


Federico el Grande está enterrado en su residencia veraniega de Potsdam, acompañado por  los restos de sus perros de caza favoritos, que por cierto eran galgos españoles. Los alemanes le quieren mucho y le llevan patatas a su tumba, en vez de flores. Yo mismo cumplí con la tradición aunque no soy alemán (no se dejen confundir por mi apellido). Esto se debe a que quería extender su cultivo, pero los prusianos no lo terminaban de ver claro, así que decidió plantarlas personalmente en su huerto con una fuerte escolta de protección. Después, dio instrucciones a los soldados de que se hicieran los suecos, para que por la noche entrarán a saco (nunca mejor dicho) a robarle los tubérculos. Gracias a este ardid, los alemanes son el pueblo que más patatas consume en el planeta.


A cien metros del palacio, bastante cutre por cierto, se conserva un gran molino de viento que el rey quiso comprar, porque le molestaba el ruido que hacía y no podía concentrarse en sus composiciones musicales (hizo varias partituras para violín). El propietario se negó a venderlo, y Federico se enfadó de tal manera que le amenazó con expropiarle por mucho menos dinero.


- Eso podría hacerlo su Majestad, si en su reino no hubiera jueces,respondió el terco molinero.


Federico recapacitó y le dio la razón, quedando como un campeón para la Historia. Para terminar el relato, diré que era homosexual, y que su padre quiso estrangularlo, y lo hubiera hecho de no intervenir los servidores de palacio. Más tarde, intentó la huida a Inglaterra con su amante Hans Herman Von Katte, y fueron detenidos. A Federico se le obligó a presenciar la ejecución de su amigo. Cuando se desmayó, su padre dijo:


- Ya no cabe duda, es maricón y lo seguirá siendo.


En enero de 1762, nuestro héroe estaba a punto de perder la Guerra de los Siete Años contra los rusos que ya atisbaban los arrabales de Berlín, cuando la zarina Isabel murió sorpresivamente, y su sucesor Pedro III decidió no rematar la faena y dejarle en el trono. Fue el llamado Milagro de la Casa de Brandenburgo. 


De ello tomó buena nota Adolf Hitler (supongo que todos ustedes le conocen), quien parece ser que resisitió hasta el final porque, aunque las “Armas Maravillosas” no llegaron a tiempo, tenía un horóscopo que profetizaba algo parecido, un sorpresivo giro en el último momento, una especie de Milagro del Tercer Reich. A fin de cuentas, Hitler no iba a ser menos que su idolatrado Federico. El caso es que el presidente Roosevelt murió efectivamente cuando los americanos estaban a 91 kms de Berlín, pero Alemania terminó capitulando, y es que aunque Hitler quería ser como Federico el Grande, el espíritu de este, no quiso reencarnarse en el cabo bohemio.


Enrique Barrera Beitia

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