El pasado lunes 19 de junio dí una conferencia sobre Franquismo y Transición en la "Freie Universität Berlin" (Universidad Libre de Berlín), la mayor de la ciudad y una de las más prestigiosas de Alemania. Hasta me pareció que los berlineses me miraban mejor por la calle, como si fuera un verdadero Herr Doktor. Ya tengo cubierto mi cupo de vanidad por una buena temporada, para qué les voy a engañar.
Las universidades alemanas se financian en función de la cantidad y calidad de sus investigaciones, y sólo se tienen en cuenta las que son publicadas en unas editoriales altamente especializadas, de las que unas puntúan más que otras. A más títulos editados, más puntuación en el ranking y más fondos. Por eso, cada jefe de departamento funciona como un ojeador futbolístico buscando talento. Si se detecta que en Bolivia hay un nativo que trabaja buscando la ósmosis entre el idioma aymara y el castellano, allá acude raudo como una centella para ficharlo. Las tesis doctorales duran más tiempo que en España, y mientras las sacan adelante cobran de la Universidad. También es cierto que alguna clase dan, pero esta actividad corre fundamentalmente a cargo de personal contratado ex-profeso para estos menesteres. Muchos cobran menos que los investigadores, pero dar clase en la universidad da prestigio, de manera que al cabo de unos años buscan trabajo en un colegio o en una academia, donde les pagan más.
En España invertimos una miseria en estas cuestiones de captar y conservar talento. Poco podemos esperar de un país, en que uno de sus mayores intelectuales (Miguel de Unamuno) pronunció esa terrible y conocida frase: “que inventen ellos”. Aquí estamos en otras historias, y Severo Ochoa y Gregorio Marañón fueron simples oasis en un páramo de urbanizaciones cementadas y bares, que es lo nuestro.
Hace muchos años me presentaron a Manuel Jalón, un riojano que vivía en Zaragoza y que inventó y patentó la fregona. Para financiar la fábrica pidió un crédito a la CAI (Caja de Ahorros de la Inmaculada), propiedad de la Iglesia. Se lo concedieron, pero en las negociaciones tuvo que aceptar que presidiera la entrada la figura de Fray Escoba con una fregona. Los principios son los principios, y eso era innegociable.
Enrique Barrera Beitia